domingo, 22 de enero de 2012
Las amenazas de Montoro a la Junta de Andalucía.
La sociedad en la que hemos tenido la suerte o desgracia de vivir y que todos, de alguna forma, consentimos emplea, más que otros un idioma: el numérico. No hay fonémas en él: hay sólo. La amistad y el amor se miden con invitaciones y regalos; el éxito, a tenor de los ingresos; la consideración, por los metros cuadrados de la piscina; la bondad, por las limosnas y no por la justicia. No puede extrañar, pues, que la eficacia de una administración pública tenga, como principal índice y dato más visible, su honradez: lo contrario la descalificará automaticamente. España preciso es reconocerlo no a sido en eso ejemplar casi nunca. Los juicios que dan resultados inocentes, suelen ser, porque tambien los juzgadores se dejan untar. La economía Española nunca fue impecable; pero Europa y America acabaran por darle la puntilla, unas agencias de calificación, que tienden una trampa a los ilúsos paises de poco o casi nulo valor añadido, para luego engullirlos, con la ayuda de una Europa a la llamamos sin empacho Mercozy, asfisiando a los veiticinco paises restantes,el ojo del amo está tan lejos que el caballo se desbocó por hambre.¿Quien se asombra que altas personalidades esten enredadas en turbios negocios o que puestos principales de principales apellidos son el pedestal de fortunas principales? No obstante, los dineros públicos han sido antes dineros privados, y nadie tiene derecho a desviarlos. El anonimato de la administración pública no supone la impunidad. El bien común es un concepto vago, que siempre corre el riesgo de ser definido por cuatro sinvergüenzas. Veamos los juicios pendientes por latrocinio, ¿pocos verdad?, algunos ademas prescritos. Es por eso que las amenazas de Montoro suenan a electoralismo en Andalucía y con una clara indulgencia a los de su cuerda, penalizando a los que no lo son, y me refiero claro está a mi tierra Andalucía que no a los gobernantes de éste o aquel partido. Desde siempre los "iluminados" han odiado a los no ilustrados, quizas porque somos los libertarios que una casta de políticos acomodaticia considera peligrosa.
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